Desde 1958 dos autores, Leavitt y Whisler, (1958, citados en Lozano y Burgos, 2008), plantearon cambios que relacionaron con la tecnología de la información. Se predecía que menos gente realizaría más trabajo, dentro de un sistema que generaría menos gastos. Este nuevo esquema haría posible que los administradores pudieran estar más involucrados en las empresas y que los cargos con mandos medios tendieran a disminuir, que la velocidad de lo obsoleto se acelerara y que las organizaciones se centralizaran, ya que las nuevas tecnologías de la información permitirían a la alta administración tener mayor información y de esta forma ampliar su control sobre las decisiones de los subordinados. Estas ideas y pronósticos se vieron realizados hacia los años ochenta y la explicación de este acierto se encuentra en el hecho de ver que la computadora como una herramienta de aprendizaje que podía influir en su comportamiento.
Desde el punto de vista administrativo, el cambio se enfoca hacia una mejor comprensión del proceso de toma de decisiones, el apoyo de la computadora en el desarrollo de la creatividad en diversos niveles y la posibilidad de tener almacenada toda la memoria de la corporación a través de los sistemas de información y comunicación. Desde el punto de vista de los recursos humanos, se espera que los trabajadores estén mejor entrenados y tengan mayor autonomía. La perspectiva está en el hecho de que las personas capacitadas en el uso de tecnología, usen la misma como alternativa de solución de los problemas empresariales, administrando el conocimiento de tal forma que apoye las decisiones de la alta dirección. Las empresas por tanto, al tener un mejor manejo de la información institucional, crecerán sin riesgo de perder el control.
